lunes, 15 de mayo de 2017

Unas cartas sobre Galdós (1)

Por Luis Junco

(El reciente aniversario del nacimiento de Benito Pérez Galdós me ha llevado a recuperar estas cartas, que se publicaron en el Diario de Las Palmas, en el año 1902, cuando el escritor rondaba los sesenta años y aún le quedaba por escribir una importante parte de su obra. Las cartas se refieren a la vida y la obra ya publicada por don Benito y en mi opinión tienen el valor de haber sido escritas por un hombre de ciencias a otro hombre de ciencias –médicos ambos, coetáneos de don Benito y desde la misma tierra de su nacimiento–, con una extraña mezcla de humildad y sabiduría que hoy es difícil encontrar sobre opiniones literarias. Muchas de los juicios en ellas vertidos resultan además sorprendentemente proféticos y forman parte de la visión que hoy se tiene del gran escritor.

Debo su conocimiento a Pedro Socorro, cronista de la villa de Santa Brígida (de donde los protagonistas de las cartas fueron médicos titulares), que las descubrió en la hemeroteca del Museo Canario, y que generosamente las compartió conmigo.)



Cartas Galdosianas
para Federico León

I

¿Qué le parecería á usted, mi querido amigo, de un naturalista que empezara la descripción de la pulga ante sus discípulos por el aspecto que este insecto presenta mirado con un microscopio? De seguro les diría que tiene pelos y unas patas muy largas con gran número de dardos y chupadores para clavarlos en la piel del hombre; mas esta descripción demasiado material y exacta, sería considerada por sus discípulos como exagerada, por no haber partido del punto esencial de la realidad, o sea, tal como se presenta a nuestra simple vista. Las cuestiones miradas a distancia, en que se ven demasiado pequeñas o demasiado cerca, como en un microscopio, no nos darán idea de la realidad de los objetos naturales ni de las obras artísticas.

Esta exageración y falta de punto de vista son producto del apasionamiento que nos ciega, haciéndonos percibir las cosas demasiado grandes, burdas o no percibiendo las bellezas que encierran. Ruegue a Dios, amigo mío, porque yo no caiga en tales defectos en el transcurso de estas cartas en que pienso explanar el carácter de Galdós, a quien no puedo sino citar en esta primera, pues si se han criticado bien y mal el espíritu de los ingenios que ya no existen, y por tanto no pueden rectificar o impugnar a quien con autoridad literaria los juzgó equivocadamente, la cuestión varía cuando, como en el caso presente, está vivo a Dios gracias y Don Benito puede reírse a sus anchas o contestar desmintiendo a quien le juzgue con pasión de escuela, de política o de estética. Conténtese usted por hoy con estas dos o tres razones demasiado generales sobre la crítica, estimado amigo, pues lo mucho que tengo que comunicar a usted ya irá saliendo en pequeñas dosis de mi cacúmen, que debo refrenar mi ímpetu y la impaciencia de escribirlas ante lo enfadoso y soporífero de una carta demasiado larga; por esto, queda de usted affmo. y s.s.

Isidro Ezquerra

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