sábado, 1 de abril de 2017

NOTAS SOBRE “LA VIEJA CIUDAD” (Homenaje a Comas Quesada), de JOSÉ GARCÍA CANEIRO

Por José Miguel Junco


(Reproducimos el texto leído por José Miguel Junco en la presentación de La vieja ciudad (Homenaje a Comas Quesada) de José García Caneiro, que tuvo lugar el pasado viernes 31 de marzo en El Ámbito Cultural del Corte Inglés de Las Palmas, que dirige Pablo Sabalza-Ortíz Roldán. En el acto también participaron el autor, José García Caneiro, y el editor del libro, Santiago López Navia.)



La interrelación entre distintas manifestaciones artísticas no es un fenómeno que pudiéramos considerar novedoso. En el caso que nos ocupa, muchos y muy logrados son los ejemplos en los que la poesía, en su grado más excelso, se inspira en la pintura y no menos excelsos resultan los ejemplos en sentido contrario. 

  La pintura ha sido fuente de inspiración para un gran número de reconocidos poetas: Antonio y Manuel Machado, Vicente Aleixandre, Octavio Paz, Anne Carson, Olga Orozco, Cristina Peri Rossi, José Ángel Valente, Antonio Colinas, Antonio Gamoneda, René Char; el listado se haría interminable.

Y también, aunque en menor medida, los pintores se han inspirado en poemas para algunos de sus cuadros: John William Waterhouse, William Blake, Botticelli, Dalí, René Magritte, Anselm Kiefer, Pablo Picasso, Marcel Duchamp, o Brice Marden, entre otros.

Una amplia y fecunda interconexión bidireccional que, sin renunciar a la autonomía de cada arte, suele ampliar el campo de visión y la sensibilidad tanto de los creadores como de los lectores o espectadores.

A este respecto, Wallace Stevens en Ensayos sobre la realidad y la imaginación señala:

En mi opinión es preferible abordar el tema de las relaciones modernas como un todo. La relación actualmente capital entre la poesía y la pintura, entre el hombre moderno y el arte moderno es sencillamente ésta: que en una época en que tan decididamente prevalece la incredulidad o, cuando menos, la indiferencia a las cuestiones de creencia, la poesía y la pintura, y las artes en general, constituyen, en su medida, una compensación por lo que se ha perdido.

Lo mismo el poeta que el pintor viven y trabajan en medio de una generación que está conociendo la pobreza esencial a pesar de la fortuna. La extensión de la mente hasta más allá del ámbito de la mente, la proyección de la realidad más allá de la realidad, la determinación de recorrer todo el terreno, sea el que fuere, la determinación de no quedar confinados, de recuperar la excitación y la intensidad del interés, la ampliación del espíritu en todo momento, en todos los sentidos, éstas son las unidades, las relaciones, que debemos contabilizar como primordiales en este momento.

En este contexto cabría insertar el libro de José García Caneiro. Un querer ir más allá traspasando los límites estrictos de las distintas disciplinas artísticas. No es casual el hecho de que Comas Quesada presentara en 1979 una serie de acuarelas sobre el centro histórico de la capital grancanaria titulada "Homenaje a la Vieja Ciudad", expuestas en la Sala de Arte de la Caja. En ese mismo año logró el primer premio por la obra titulada: “Crepúsculo en el Sur” en la I Bienal de la acuarela “Ciudad de Las Palmas.

Ese, “La vieja ciudad” es el título escogido por García Caneiro para su libro de poemas en homenaje al pintor.

Poemas polimétricos en los que predomina el verso corto, lo que les confiere una intensidad y un recogimiento que, en nuestra opinión, es un recurso más que adecuado para acercarse a la obra de Comas Quesada, uno de nuestros más notables acuarelistas cuya fama y reconocimiento exceden las fronteras insulares.

Poesía ecfrástica, pero no en el sentido de mera representación verbal de una obra pictórica; sino que, teniéndola como referencia, el autor sondea aspectos anteriores o posteriores a lo visualmente reflejado, produciéndose de ese modo una síntesis enriquecedora que amplía su propia percepción.

En su artículo La poesía de las imágenes, publicado en la revista de la Universidad de México, el poeta, traductor y ensayista David Huerta señala: 

En ese mundo ancho, ajeno y digno de ser conquistado continuamente, aparece lo visible como uno de los rasgos centrales y decisivos, orgánicos, cardinales; ¿dirían los filósofos “el ser es visible”? No lo sé. Los pintores y los poetas se acompañan naturalmente. Y se encuentran a veces en ese acento dactílico, visible y memorable de la palabra écfrasis.

Interesa destacar la originalidad de García Caneiro al situarse en los distintos cuadros desde el realce de algún objeto o elemento aparentemente menor. Así, en el poema San Antonio Abadpodemos leer:

Un breve diapasón de luz,/tránsfuga/del balcón a la fachada,/se pinta, quieto y manso,/en las personas/… O en el poema Fuente del Espíritu Santo:

El hierro ennegrecido de la verja/apenas sí protege,/ a duras penas,/ el llanto en carne de cal viva/ con el que el turbión/ cubrió a las cuatro damas./

Esta aproximación visual a partir de lo aparentemente más accidental permite obtener una mejor y más compleja visualización del conjunto.

A lo largo del libro, basado, como queda dicho en la introducción, en obras del pintor referidas a espacios y geografías urbanas de la ciudad a finales del XIX y comienzos del XX, José García Caneiro se aventura en la insinuación de lo que se intuye o conoce, aunque no esté explícitamente reflejado. Es el caso del poema San Telmo en el que se describe al mar colindante con la iglesia del mismo nombre:

Una palpitación salada,/ un oculto rumor de jarcias tensas,/ y un insistente batir/ de ola adivinada contra el muelle/ 

La palabra en el tiempo. En el sentido más machadiano de la idea. El pasado que se hace presente al evocarlo y que suscita a su vez anhelos futuros. Y la intuición como recurso para sondear en esa temporalidad que nos abarca. Somos tiempo.

Evocación y movimiento. Por alguna hendidura del cuadro nos sentimos parte del contexto y revivimos lo que permanecía inmóvil. En el poema Quioscos del Puente de Palo tenemos la impresión de estar presentes en los debates que protagonizaban los jóvenes intelectuales de la época; sus inquietudes estéticas, sus ansias de libertad, sus proyectos,…

El poeta, el escultor, el vagabundo/ y hasta el borracho aquel/ que habla de arte/se han refugiado dentro./No son quioscos, es…/ es ateneo/ fugaz/casi imposible;/

Es la misma sensación que sentimos cuando en el poema Pilar de Santo Domingo nos parece estar oyendo las conversaciones de las aguadoras. Sus anhelos, sus cuitas, sus esperanzas tal vez.

 Crepúsculo en el Sur, el poema más largo del libro, y sin duda uno de los más representativos, García Caneiro no se limita a la mera descripción del cuadro, sino que inspirado en él, la da una dimensión onírica que nos conduce a ir “más allá”, “más allá” 

Y más allá,/más allá de los planos superpuestos/que esconden un fulgor de media tarde adormecida;/ más allá de un remanso de agua clara/que finge desvelar el nacimiento de la noche;/más allá del asombro de los rostros hundidos en la arena/…

Más allá de la limitación que nos impone este tiempo de corta/pega, de sobreinformación que conduce a olvidar referencias esenciales, que nos hace movernos por realidades líquidas, que nos automatiza; este excelente poemario, esta simbiosis de imagen y palabra, es una invitación a evocar, a evocarnos, a reencontrarnos con nuestras tradiciones, nuestras raíces, con nosotros mismos. Tiempos y espacios que se han ido borrando de la realidad presente pero cuya rememoración resulta esencial, para entender y entendernos en esta maraña de sinsentidos de la que no es posible salir si no logramos  reestablecer el vínculo con lo que nos ha conformado como seres con sensibilidad: con nuestras tradiciones, nuestras costumbres, nuestra idiosincrasia. 

Decía Comas Quesada respecto a su obra: “Me siento subyugado por los efectos neblinosos, por las brumas, las aguas encharcadas… atmósfera intemporal que produce efecto onírico. Es como si buscara en el paisaje qué encanto hay detrás, en lo que no se ve, en ese misterioso más allá que no percibimos pero sí admiramos… sugiero una idea, elimino elementos que no me interesan, abstraigo de la realidad”.

Éste es, creo, el sentimiento que vincula a los dos autores. La búsqueda del encanto que hay detrás, en lo que no se ve, en ese misterioso más allá que no percibimos pero sí admiramos.

Sólo me resta agradecer a José García Caneiro la posibilidad que la lectura de su libro y la revisión de los cuadros de Comas Quesada me ha brindado de poder reconocerme y reencontrarme con un tiempo y un espacio que permanecían adormecidos en la memoria. Esa es también, entiendo, la posibilidad que se les ofrece a todos ustedes si se animan a la lectura y contemplación de “La vieja ciudad”. Sobre todo si lo hacen leyendo y mirando con los ojos de la imaginación y del recuerdo. Es decir: más allá.

(Compartimos las fotografías del reportaje hecho por Dragaria para esa presentación, y agradecemos por ello a Manuel M. Almeida.)


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