lunes, 5 de octubre de 2015

Flores para Algernon, de Daniel Keyes

Por Emilio Gavilanes

Estaba leyendo, o más bien hojeando, estos días Ciencia ficción. Nueva guía de lectura, de Miquel Barceló (Barcelona: Ediciones B, 2015), llena de interesantes sugerencias, y he recordado una de las novelas más hermosas de ciencia ficción que yo he leído: Flores para Algernon, de Daniel Keyes. El autor primero escribió un cuento largo, o una novela corta, y después una novela, ambas con el mismo título. El argumento es el siguiente: Charlie, un chico con un retraso mental severo (tiene un cociente intelectual de 68) entra en un experimento en el que se le somete a una operación que triplica su inteligencia. Para comparar, el experimento se hace a la vez con un ratón, llamado Algernon, del que Charlie se hace amigo. La novela está contada en primera persona, en forma de diario, y en las primeras anotaciones leemos lo que escribe alguien con problemas para expresarse de forma comprensible (son líneas plagadas de anacolutos y de faltas de ortografía). Poco a poco va abandonando la escritura confusa y expresándose de una manera clara y lúcida. También poco a poco vamos viendo sus delicados sentimientos. Charlie se identifica con Algernon y nosotros nos identificamos con Charlie. El cuento es contundente, redondo, perfecto. La novela incluye una trama sentimental que a mi juicio está muy conseguida. No sé cuál es mejor. Pero el experimento tiene un problema: los efectos de la operación remiten y Charlie vuelve a caer en su retraso, o en uno mayor. Ese viaje final, de él y de Algernon, hacia la oscuridad, con un Charlie consciente de lo que está ocurriendo (o al principio muy consciente, pero cada vez menos consciente), es de un dramatismo genial. Charlie es uno de los personajes más conmovedores que yo me he encontrado no ya en la ciencia ficción, sino en la literatura en general.

(Hay una novela, también de ciencia ficción, que, aunque no se parece en nada a Flores para Algernon, tiene un punto en contacto con ella. Es Campo de concentración, de Thomas M. Dish, que, dicho sea de paso, tiene otras novelas espléndidas. Se desarrolla en una cárcel, en la que someten a los presos a un experimento que consiste en inyectarles una sustancia que les descompone el cerebro y les conduce a la muerte. Pero en ese proceso de descomposición del cerebro pasan por un período en el que se vuelven genios. La novela sigue derroteros distintos de los de Algernon. Es más una reflexión en torno al poder del Estado sobre el individuo. También es una novela magnífica.)

1 comentario:

  1. Odio a Emilio porque, con su palabra exacta, sus comentarios lúcidos y su asombroso alcance de conocimientos, nos manda arduos deberes cada vez que cuelga una entrada. ¡A ver quién no se pone ahora a leer estas dos novelas!

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