jueves, 4 de abril de 2013

De como el rey Philip sobrevivió al ataque de los vikingos (6)

Por Javier Guzmán


Citas de El largo Adiós

De propina les dejo unos párrafos extraídos de El largo adiós, contados en primera persona por el propio rey Philip. Si después de leerlos no corre a buscar la novela, Chandler seguirá siendo nuestro contemporáneo, pero yo habré fracasado.

De la sociedad y los diferentes problemas de pobres y ricos.
Silvia es feliz aunque no necesariamente conmigo. En nuestro círculo eso carece de importancia. Siempre hay algo que hacer si uno no está obligado a trabajar o a considerar lo que cuesta. No es una verdadera diversión, pero los ricos no lo saben. Nunca han tenido otra. Nunca desean algo con todas sus ganas, excepto tal vez una esposa ajena, y eso es un deseo muy pálido comparado con la forma en que la mujer del fontanero ansía comprar cortinas nuevas para el cuarto de estar.

Del oficio de policía y del conocimiento humano.
Tal vez solo me gustaba sentirme el hombre superior. En mi oficio hay momento para hacer preguntas y un momento para dejar que el hombre se consuma hasta que no pueda más y largue todo. Todo buen policía lo sabe. Se parece bastante al ajedrez o al boxeo. A alguna gente hay que acorralarla y hacerle perder la serenidad. Pero a otros simplemente se les abofetea y ellos terminan golpeándose a si mismos.


Del alcohol considerado como una de las bellas artes.
Me encantan los bares cuando acaban de abrirse.
Cuando la atmósfera todavía es fresca, limpia, todo está reluciente y el barman se mira por última vez al espejo para ver si la corbata está derecha y el cabello bien peinado.
Me gustan las botellas prolijamente colocadas en los estantes y los vasos que brillan y la expectación.
Me gusta observar como se prepara el primer cóctel de la noche y se coloca sobre un impecable mantelito con una servilleta doblada al lado.
Me gusta saborearlo lentamente.
El primer trago tranquilo de la noche, en un bar tranquilo, es maravilloso.

De los delincuentes libres de toda sospecha.
Mi opinión no significa nada.
Eso ocurre todos los días. La gente más insospechada comete los crímenes más inesperados. Viejecitas dulces y bondadosas envenenan a familias enteras. Muchachas de buena familia cometen asaltos e intervienen en tiroteos. Directores de banco con antecedentes irreprochables y veinte años de servicio resultan ser estafadores. Y novelistas famosos y de éxito y que se suponen felices se emborrachan y mandan a sus esposas al hospital.

(No puedo dejar de pensar en el Gerente del Fondo Monetario Internacional detenido en Nueva York acusado de violación. Ni en Louis Althusser. Ni en la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana y su legión de curas, obispos y purpurados pederastas.)


De la publicidad, esa profesión que nos permite ver la tele.
Llené la pipa, coloqué las piezas y jugué una partida de campeonato entre Gortachkoff y Meninkin, setenta y dos movimientos hasta llegar a tablas, un ejemplo inapreciable de la fuerza irresistible que se encuentra con el objeto inanimado, batalla sin armadura, guerra sin sangre y derroche tan elaborado de inteligencia humana como se puede encontrar en cualquier parte, excepto en una Agencia de Publicidad.

Teoría de las rubias del cine.
Existe la rubia dulce, dispuesta y aficionada a la bebida, y que no le importa lo que lleva puesto, siempre que sea muy caro, o adónde va, siempre que sea muy de moda, y abunde el champagne muy seco.
Existe la rubia pequeña y altiva que es una verdadera compañera y se empeña en pagar su cuenta y está llena de luz de sol y de sentido común, que sabe judo y puede lanzar al aire, por encima del hombro, a un camionero sin perderse más que una frase del Times.
Existe la rubia pálida, pálida, con anemia de tipo incurable, pero no fatal. Es muy lánguida y muy sombría y habla suavemente como salida de no sé donde, y usted no puede ponerle un dedo encima, en primer lugar porque no tiene ganas y en segundo lugar porque ella está leyendo La tierra baldía o Dante en versión original o Kafka o Kierkegaard o porque estudia la lengua provenzal. Adora la música y cuando la Filarmónica de Nueva York está tocando Hindemith, ella puede decirle a usted cual de los seis contrabajos entró un cuarto de tiempo más tarde. He oído decir que Toscanini también es capaz de notarlo. Eso quiere decir que ya son dos.

De la economía del libre mercado, refugio de neoliberales.
(Por boca del millonario padre de Linda Loring)
No se pueden hacer cien millones de dólares en forma limpia. Quizás el jefe crea que sus manos están limpias, pero en alguna parte, a lo largo de la cadena, hay tipos que son arrinconados contra la pared, pequeños y agradables negocios se vienen al suelo y tienen que liquidar y vender todo por unos céntimos, gentes decentes pierden sus empleos, las acciones suben el mercado, los apoderados son comprados como una pepita de oro antiguo y se paga a los grandes bufetes de abogados cientos de miles de dólares para que combatan ciertas leyes que la gente quiere, pero no los tipos ricos debido a que interfieren en sus ganancias. El dinero en gran escala significa poder en gran escala y el poder en gran escala se usa erróneamente. Es el sistema.

(¿No les suena muy parecido a la crisis actual?)

De la democracia y la libertad de prensa. (Millonario padre de Linda Loring)
Vivimos en lo que se llama una democracia, gobierno de la mayoría del pueblo. Un ideal magnífico si es que pudiera funcionar. El pueblo elige, pero la máquina partidista es la que nombra los candidatos y para que las maquinarias de los partidos sean eficaces se debe gastar una enorme cantidad de dinero. Alguien tienen que dárselo y ese alguien, ya sea un individuo, un grupo financiero, un sindicato o lo que usted quiera, espera a cambio cierta consideración. Poseo muchos periódicos, pero no me agradan. Los considero una amenaza constante para lo poco que nos queda de soledad, de aislamiento, de vida privada. Su constante griterío sobre la libertad de prensa significa, con algunas pocas excepciones honorables, la libertad para vender el escándalo, el crimen, el sexo, el sensacionalismo, el odio, la murmuración y la utilización de la propaganda política y financiera. Un diario es un negocio para hacer dinero mediante los ingresos de la publicidad. Esos se basan en la circulación y ya sabe usted de que depende la circulación.

De la sociedad del consumo.  
En nuestra época hemos presenciado una declinación tremenda en la moral pública y privada. No se puede esperar calidad de la gente cuya vida está sujeta a una falta de calidad. No se puede tener calidad con una producción en masa. No se quiere la calidad porque dura demasiado. De modo que se la sustituye por la moda, que no es más que una estafa comercial destinada a conseguir que las cosas caigan en desuso. La producción en masa no podría vender sus productos el próximo año a menos que haga que lo que vendió este año parezca anticuado el año que viene. Tenemos las cocinas más blancas y los baños más relucientes del mundo. Pero en su encantadora cocina blanca, el ama de casa americana no es capaz de preparar una comida que valga la pena, y los hermosos cuartos de baño no son más que un receptáculo de desodorantes, geles, champús, laxantes, pastillas para dormir y artículos de esa mixtificación secreta que se conoce con el nombre de industria de la cosmética. Preparamos los envoltorios más lindos del mundo, pero lo que hay dentro en su mayoría es basura.

De como acabar de una vez por todas con la cultura.
(Diálogo entre Marlow y Amos, el chofer de Linda, al que imagino como una reencarnación de Louis Armstrong, aquel trompetista genial de labios gruesos como colchones de lana
La señora Loring llegó arriba y se dio la vuelta hacia su chófer.
El señor Marlowe me llevará al hotel, Amos. Gracias por todo. Lo llamaré por la mañana.
El chofer colocó el maletín dentro del portal.
De acuerdo, señora Loring. ¿Puedo hacerle una pregunta al señor Marlow?
Por supuesto, Amos.
“En la habitación las mujeres vienen y van hablando de Miguel Ángel”. ¿Esto le sugiera algo, señor Marlowe?
Sí. Me sugiere que el tipo no sabía mucho sobre las mujeres.
Lo mismo pienso yo, señor. No obstante, admiro mucho a T.S. Elliot.
¿Ha dicho “no obstante”?
Bueno, si, lo dije señor Marlowe. ¿Es incorrecto?
No, pero no lo diga delante de un millonario. Podría pensar que está tratando de apabullarlo.

       (“In the room the women come and go talking of Michelangelo”, es un verso de “Pufrock Among the Women”, de T.S. Elliot, Premio Nobel en 1948.)

Del amor y otras soledades.
Cuando me desperté ella dormía todavía. Me levanté y preparé un café. Me di una ducha, me afeité y me vestí. Linda se despertó al cabo de un rato y se vistió. Tomamos el desayuno juntos. Llamé un taxi y la acompañé hasta la calle, con su pequeño maletín apretado en mi mano.
Nos despedimos. Seguí al coche con la mirada hasta que se perdió de vista. Subí las escaleras, entré en el dormitorio y deshice toda la cama para volver a hacerla. Sobre una de las almohadas había un cabello largo y oscuro. Sentí un peso en la boca del estómago. Los franceses tienen una frase para eso. Los muy sinvergüenzas tienen una frase para cada cosa y siempre tienen razón. Decir adiós es morir un poco.

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