viernes, 8 de junio de 2012

Reseñas del lector: De las traducciones y las interpretaciones



Buscas un libro y encuentras otro. Escondido detrás de Suave es la noche se me apareció Capote a sangre fría, ríndete. Abrí la primera página y leí:
El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, en una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman “allá”. A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste. El acento local tiene un aroma como de praderas, un dejo nasal de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada. La tierra es llana y las vistas enormemente grandes; caballos, rebaños de ganado, racimos de blancos silos que se alzan con tanta gracia como templos griegos son visibles mucho antes de que el viajero llegue hasta ellos.
Y no me rendí. Más bien se me calentó la sangre. Yo había leído otra novela muy alejada de esa prosa blanda, blanca, chata, chunga. Comprobé la edición: Anagrama, 1991. Edición: Diario EL PAÍS, 2002. Estaba en lo cierto. Lo había leído mucho antes en otra versión que recordaba más vigorosa, más contundente, más recia, más agresiva. Lo primero, razoné, es ir al original, uno debe hacer las transacciones con la dueña del burdel y no con las pupilas. Copio:
The village of Holcomb stands on the high wheat plains of western Kansas, a lonesome area that other Kansans call "out there." Some seventy miles east of the Colorado border, the countryside, with its hard blue skies and desert-clear air, has an atmosphere that is rather more Far West than Middle West. The local accent is barbed with a prairie twang, a ranch-hand nasalness, and the men, many of them, wear narrow frontier trousers, Stetsons, and high-heeled boots with pointed toes. The land is flat, and the views are awesomely extensive; horses, herds of cattle, a white cluster of grain elevators rising as gracefully as Greek temples are visible long before a traveler reaches them.
¡Sorpresa! La traducción era correcta o, por mejor decir, demasiado correcta, de 10 en el cole. Pero, ¿era el alma de la cosa? Pues no. Entiendo la imposibilidad de traspasar al español lo cortante del inglés, adverbios terminados en ente contra terminados en ly, o la nasalidad, lo gutural, del  encadenado de las palabras. Pero aun así, la traducción de Anagrama me sabía a comida sin sal, más recalentada en el microondas que sometida a la reelaboración de un texto.

Me acordé de mi sobrino Pablo, el genio de la familia, (el niño habla inglés, francés, portugués, y ¡arrea, zapatilla!, aprende chino con sorprendente progresión), y no ha pagado una matrícula jamás pese a llevarse todas las matrículas. Ahora estudia ingeniería genética en Oxford becado por la universidad inglesa tras rigurosa selección. Pero sus primeros estudios universitarios fueron en la Escuela Oficial de Idiomas, traducción simultánea e interpretación. ¿No es lo mismo?, le pregunté. No, me contestó, traducir es repetir lo que otro ha dicho, en cambio interpretar es traducir lo que ha querido decir. Me estuvo bien por preguntar en tonto. La traducción de Anagrama es, solo es, traducción, prosa plana sin espíritu. Ya picado, busco otra. Me llevó dos días, y al final la encontré de chiripa, arrinconada en el desván de los libros dormidos, viejita, manoseada, subrayada, anotada. Editorial: Printer Colombiana Ltda. Traductor: María Luisa Borras. Edición: Circulo de Lectores. Impreso en Bogotá, Colombia, 1984:
El pueblo de Holcomb se halla entre los altos trigales de la Kansas occidental, zona desolada que los demás habitantes del Estado designan con un vago “más allá”. A un centenar de kilómetros al este de su frontera con Colorado, la campiña de Kansas, su cielo azul intenso y su aire seco de desierto, responden más al ambiente del Far West que del Middle West. Por allá se habla con ese acento que descubre la estridente nasalidad que sabe a pradera y a bracero. Los hombres, muchos, llevan tejanos estrechos, sombreros de ala ancha y puntiagudas botas de tacón. La tierra es llana y el horizonte espantosamente inmenso. Caballos, manadas y rebaños, racimos blanquecinos de silos que se alzan con la gracia de un templo griego, destacan en la lejanía mucho antes de que el viajero pueda acercarse a ellos.
Esto era otra cosa. Fuerza, vigor, expresividad, golpeo. Las diferencias son sutiles, pero contundentes. The high wheat plains of western Kansas, por ejemplo, en Anagrama son las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, mientras en la colombiana son los altos trigales de la Kansas occidental, tal vez menos precisa, (no precisa lo de llanuras, plains), pero maldita la falta que hace. Otro ejemplo: and high-heeled boots with pointed toes en la versión española se traduce: y botas de tacones altos y punta afilada, desabrido calzado que en la de Printer Colombiana pasan a ser puntiagudas botas de tacón. Menos palabras, más sonoridad y mejor definición. Y otro más: a lonesome area that other Kansans call "out there", en la traducción de la edición de El País es una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman “allá”. Algo que en la vibrante interpretación de María Luisa Borras es zona desolada que los demás habitantes del Estado designan con un vago “más allá”. Parece lo mismo pero no es igual. Todo el conjunto se resiente de estos pequeños detalles. Mientras la primera traducción es correcta, académica y aceptable (plana como las aburridas llanuras del oeste de Kansas), la segunda es incorrecta, briosa y sobresaliente, (tenebrosa y angustiante como las agarofóbicas llanuras de Kansas). Es esta nada académica interpretación la que nos va a ir preparando para el horror del crimen en un lugar donde la tierra es llana y el horizonte espantosamente inmenso… y no con vistas enormemente grandes.

El rigor de la ortodoxia jamás podrá imponerse a la fuerza de la interpretación creativa. La traducción literaria exige la perfidia de la traición al texto para intentar conservar el sentido íntimo del texto. De otra forma, como muy bien dijo Dorothy, (adorable Judy Garland, la Lolita más perversa del cine tal vez por interpretar a una niña cuando ya tenía, la muy ninfa, 20 añitos), al verse transportada por un tornado del blanco y negro al camino amarillo con arco iris lisérgico de El mago de Oz:
Desde luego, esto no es Kansas.

Autor: Javier Guzmán

2 comentarios:

  1. ¡Qué magnífico artículo! Es un texto que recomendaré muchas veces para hablar sobre la traducción. A menudo dejo de leer algunos libros muy valorados, y precisamente por la ramplonería de la traducción. En gran parte, según he oído antes, la razón de la poca calidad al traducir proviene de los pocos incentivos que tiene un buen traductor para acabar correctamente su trabajo. Un traductor literario debe ser a su vez escritor, y muchas veces se atiende tan sólo a la urgencia de la traducción, o a lo barata que pueda resultar. En la novela de género -que adoro- estos desmanes son tan frecuentes como desoladores.

    Gracias por este magistral artículo.

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  2. Qué buen artículo, Javier. Hay que tener un oído muy fino y una sensibilidad lingüística muy entrenada para hacer estas observaciones. Magnífica lección.
    Emilio Gavilanes

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