En la absoluta
imposibilidad de poder sustraerme a un ruego de participar, con
alguna reseña, a este magnífico blog de náufragos que no
naufragan, advertirán enseguida no obstante, por el título de la
obra que voy a recomendar, que no voy a pecar precisamente de ser
excesivamente original. Y es que, qué quieren que les diga, nunca he
sido un lector empedernido, ni siquiera habitual, más bien de
rachas, ocasional. Tampoco se trata de inmolarse al escrutinio
público. Hace un año que leí esta obra. Y no es que no haya leído
nada más, cosas muy buenas algunas, pero sentiría que traicionaría
a Collins si me hiciese eco de cualquiera de ellas y no de la suya.
Huérfano pues de originalidad en la elección, permítanme sin
embargo que les cuente algo con respecto a mi actitud renuente hasta
entonces con respecto a la lectura de The Moonstone,
repetidamente recomendada por amigos y compulsivamente rechazada por
mi parte, en la creencia apriorística y caprichosa de que se trataba
de una novela popular, sí, pero menor, absolutamente menor. Valga
pues esta humilde reseña para exorcizar prejuicios estúpidos
similares que pudiesen anidar en el ánimo de algunos de ustedes.
Y es que, después de
Cien Años de Soledad –la originalidad, otra vez-, les
confieso que ninguna otra obra me ha conturbado el alma, la
existencia entera, como de The Moonstone lo ha hecho. Ya tras
la lectura del Prefacio de Wilkie Collins a la edición de 1871, no
pude por menos que sentir una profunda simpatía por él, por su
declarado sentimiento –sin caer en la autocompasión- de
sufrimiento, físico y emocional, al escribir la novela y, sobre
todo, por su majestuosamente tierna declaración de fidelidad para
con sus lectores.
The Moonstone
tiene todos los ingredientes de la mejor novela detectivesca. Pero no
sólo eso. Es igualmente un retrato monumental de la sociedad inglesa
de mitad del siglo XIX. Como monumental también es el trabajo casi
de orfebrería del que hace gala Collins en el desarrollo de la
trama, un trabajo que da muchas veces la impresión de que no puede
por menos que inevitablemente desmoronarse de forma estrepitosa, pero
que casi por arte de magia, por una suerte de sortilegio técnico, se
mantiene maravillosamente en pie con la narración de múltiples
puntos de vista -anticipando al gran Faulkner- de distintos y
conmovedores personajes que parecen con naturalidad darse el testigo
cual si carrera de relevos se tratase. Sí, personajes conmovedores
que han pasado a formar parte ya de mi galería emocional de
imágenes. Personajes entrañables como el viejo Gabriel Betteredge,
testigo muy a su pesar de un mundo que se desmorona, al que parece
buscar obsesiva y repetidamente sentido, en su desamparo, en un
ejemplar de Robinson Crusoe –todo un guiño intertextual-;
como Rossana Spearman, marcada por un fatalismo inmisericorde; como
Drusilla Clack, trasnochada y mesiánica salvadora de almas; como el
Sargento Cuff, tan sagaz como aficionado a las rosas; y, si me
permiten, sobre todo como el inolvidable Ezra Jennings (en mi
opinión, el claro alter ego de Collins en la novela), que,
sacrificando reputación y salud, se afana hasta el dolor extremo en
una suerte de exorcismo supremo de amor.
También hay humor, y en
buenas dosis, en The Moonstone, un humor inteligente y
sarcástico (me confieso soltar alguna risotada en una estación de
tren –ya sé que un lugar no muy ortodoxo para leer una novela-,
expuesto al escrutinio sobre mi cordura de otros viajeros) que
condimenta aquí y más allá toda la novela. Pero, para finalizar,
permítanme que les confiese que la novela, por sobre todas las
cosas, me ha gustado por el excelso uso del lenguaje. Emoción, la
palabra justa y exacta. En definitiva, si se me permite la
comparación con la leyenda artúrica, la búsqueda eterna del Santo
Grial en la Literatura. Yo algo de eso creo haber encontrado. Les
invito a que busquen ustedes también. No se arrepentirán.
Autor: Antonio Junco
Autor: Antonio Junco
Uf. Estás infectado. La única manera de curarse es leer todo lo de Collins, que no es poco. Disfrútalo. Gracias por tu estupendo comentario. Luis.
ResponderEliminarMuy bueno el comentario Toni. Pepe
ResponderEliminarHola, pues ahora sigue con "La Dama de blanco", del mismo autor. La leí hace mucho y me encantó.
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