viernes, 25 de mayo de 2012

Reseñas de los lectores: The Moonstone, de Wilkie Collins


En la absoluta imposibilidad de poder sustraerme a un ruego de participar, con alguna reseña, a este magnífico blog de náufragos que no naufragan, advertirán enseguida no obstante, por el título de la obra que voy a recomendar, que no voy a pecar precisamente de ser excesivamente original. Y es que, qué quieren que les diga, nunca he sido un lector empedernido, ni siquiera habitual, más bien de rachas, ocasional. Tampoco se trata de inmolarse al escrutinio público. Hace un año que leí esta obra. Y no es que no haya leído nada más, cosas muy buenas algunas, pero sentiría que traicionaría a Collins si me hiciese eco de cualquiera de ellas y no de la suya. Huérfano pues de originalidad en la elección, permítanme sin embargo que les cuente algo con respecto a mi actitud renuente hasta entonces con respecto a la lectura de The Moonstone, repetidamente recomendada por amigos y compulsivamente rechazada por mi parte, en la creencia apriorística y caprichosa de que se trataba de una novela popular, sí, pero menor, absolutamente menor. Valga pues esta humilde reseña para exorcizar prejuicios estúpidos similares que pudiesen anidar en el ánimo de algunos de ustedes.

Y es que, después de Cien Años de Soledad –la originalidad, otra vez-, les confieso que ninguna otra obra me ha conturbado el alma, la existencia entera, como de The Moonstone lo ha hecho. Ya tras la lectura del Prefacio de Wilkie Collins a la edición de 1871, no pude por menos que sentir una profunda simpatía por él, por su declarado sentimiento –sin caer en la autocompasión- de sufrimiento, físico y emocional, al escribir la novela y, sobre todo, por su majestuosamente tierna declaración de fidelidad para con sus lectores.

The Moonstone tiene todos los ingredientes de la mejor novela detectivesca. Pero no sólo eso. Es igualmente un retrato monumental de la sociedad inglesa de mitad del siglo XIX. Como monumental también es el trabajo casi de orfebrería del que hace gala Collins en el desarrollo de la trama, un trabajo que da muchas veces la impresión de que no puede por menos que inevitablemente desmoronarse de forma estrepitosa, pero que casi por arte de magia, por una suerte de sortilegio técnico, se mantiene maravillosamente en pie con la narración de múltiples puntos de vista -anticipando al gran Faulkner- de distintos y conmovedores personajes que parecen con naturalidad darse el testigo cual si carrera de relevos se tratase. Sí, personajes conmovedores que han pasado a formar parte ya de mi galería emocional de imágenes. Personajes entrañables como el viejo Gabriel Betteredge, testigo muy a su pesar de un mundo que se desmorona, al que parece buscar obsesiva y repetidamente sentido, en su desamparo, en un ejemplar de Robinson Crusoe –todo un guiño intertextual-; como Rossana Spearman, marcada por un fatalismo inmisericorde; como Drusilla Clack, trasnochada y mesiánica salvadora de almas; como el Sargento Cuff, tan sagaz como aficionado a las rosas; y, si me permiten, sobre todo como el inolvidable Ezra Jennings (en mi opinión, el claro alter ego de Collins en la novela), que, sacrificando reputación y salud, se afana hasta el dolor extremo en una suerte de exorcismo supremo de amor.

También hay humor, y en buenas dosis, en The Moonstone, un humor inteligente y sarcástico (me confieso soltar alguna risotada en una estación de tren –ya sé que un lugar no muy ortodoxo para leer una novela-, expuesto al escrutinio sobre mi cordura de otros viajeros) que condimenta aquí y más allá toda la novela. Pero, para finalizar, permítanme que les confiese que la novela, por sobre todas las cosas, me ha gustado por el excelso uso del lenguaje. Emoción, la palabra justa y exacta. En definitiva, si se me permite la comparación con la leyenda artúrica, la búsqueda eterna del Santo Grial en la Literatura. Yo algo de eso creo haber encontrado. Les invito a que busquen ustedes también. No se arrepentirán.    

Autor: Antonio Junco    

3 comentarios:

  1. Uf. Estás infectado. La única manera de curarse es leer todo lo de Collins, que no es poco. Disfrútalo. Gracias por tu estupendo comentario. Luis.

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  2. Hola, pues ahora sigue con "La Dama de blanco", del mismo autor. La leí hace mucho y me encantó.

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